Recuerda..Te vuelves parte del problema cuando no eres parte de la solución.... como cuidar el medio ambiente
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30 de septiembre 2024
Solicitud de cumplimiento al segundo transitorio de la Ley de Responsabilidad Ambiental de la Ciudad de México
La disminución de actividades humanas, debido al confinamiento, ha propiciado que la naturaleza se recupere y se exprese en fenómenos como la bioluminiscencia. Ya que, en las últimas semanas se ha observado en las playas de México, afirmó David Uriel Hernández Becerril. Él es investigador del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICML) de la UNAM.
“No hay registro sobre la periodicidad o lugares donde ocurre la bioluminiscencia, pero la mínima presencia de actividad humana o ausencia de esta ha hecho posible que se disperse a zonas donde antes se veía poco, como varias costas de México”, dijo.
Como resultado de los cambios en las condiciones ambientales, organismos microscópicos marinos llamados dinoflagelados han proliferado y producen ese fenómeno.
La bioluminiscencia ocurre porque algunas bacterias, hongos, protistas unicelulares, gusanos, moluscos, crustáceos, insectos, peces y medusas tienen la capacidad de emitir luz mediante la conversión directa de la energía química en energía lumínica, explicó el universitario.
Es triste que la emergencia sanitaria haya evidenciado que actividades humanas como el turismo limitan la distribución de especies en el planeta. “Lo que no han podido hacer los gobiernos para que el planeta tenga un breve respiro, lo hizo un pequeño microorganismo”, resaltó.
El turismo, aunque genera recursos económicos y detona el desarrollo, inhibe el crecimiento de comunidades marinas. Ya que, contamina las aguas, el aire y el suelo, remarcó.
“La función que desempeñan los microorganismos en ese entorno es muy importante, pero lamentablemente están amenazados por el deterioro ambiental, el calentamiento global y la acidificación de los océanos”.
El científico expuso que como consecuencia de los deshielos del Himalaya ha habido un cambio en la estructura de la comunidad del fitoplancton en el Mar Arábigo, que favorece la proliferación de ciertos dinoflagelados productores de mareas rojas y bioluminiscencia, como Noctiluca scintillans.
Además, “por cambios en el clima se cree que este año hay presencia de La Niña, lo que ha propiciado cambios en la estructura del fitoplancton y favorecido las mareas rojas en el Pacífico Norte”.
Finalmente, destacó que estos fenómenos y el avistamiento de animales silvestres a partir de la cuarentena debería ser un incentivo para ser conscientes de la importancia de la biodiversidad, patrimonio cultural y natural.
“Es probable que en estos días siga disminuyendo la contaminación ambiental y aparezcan más animales en las ciudades; es tiempo de reflexionar qué es lo que estamos haciendo mal”.
Fuente de información: https://www.ngenespanol.com/lugares/confinamiento-provoca-mayor-bioluminiscencia-en-playas-de-mexico/
Efren Garcia Villalvazo
En cualquier lado las aguas residuales son un tema incómodo, difícil de resolver, caro de resolver, sin interés político para resolver. Tres casos para ejemplificar, rematando en el último con la situación en el puerto. Leía ayer que en Chetumal también tienen problemas con las aguas residuales. No saben qué hacer con ellas y en un principio se les hizo fácil –al igual que todas las ciudades del mundo– tirarlas al mar. En el caso de ellos, la extensa bahía de Chetumal, en donde llegó a haber tantas como 31 descargas directas al mar en los años 90, siendo que a la fecha sólo se tienen cinco descargas al mismo cuerpo de agua, mostrando con esto el empeño que se ha tenido en mejorar el desempeño ambiental. Sin embargo sufren con los mismos problemas que encontramos en nuestro querido puerto. Calculan que el 75 por ciento del agua potable termina como agua residual en el medio marino, por lo que se advierte que es una variable que está fuertemente asociada al crecimiento poblacional. A mayor cantidad de gente, mayor uso de agua potable y mayor generación de aguas residuales. Es entonces un factor crítico para la planeación de núcleos urbanos. No puede haber más gente que la que se pueda mantener con el agua disponible –a nivel local– para estar genuinamente dotada de servicios dignos y que no en un futuro inmediato tengan que ingresar al incómodo sistema de tandeos para poder cumplir con todos los usuarios. Es el concepto de capacidad de carga aplicado a los núcleos poblacionales, en los cuales no se debieran importar recursos fundamentales como el agua para mantener en un nivel aceptable de sustentabilidad y por tanto de rentabilidad urbana real. Porque, hay que recordar, el agua potable termina como agua servida, y ese impacto generalmente es a nivel local.
Se sospecha, por otro lado, que mucha de esta agua va a dar a los drenajes pluviales, pues el 60 por ciento de la población de Chetumal no cuenta con servicio de drenaje puesto que usan fosa sépticas.
Cuentan con tres plantas de tratamiento de aguas residuales que trabajan casi al 100 por ciento de su capacidad, cumpliendo con el 90 por ciento de la norma oficial. El destino final es unos pozos de inyección de más de 60 metros de profundidad que presentan el alto riesgo de contaminar los acuíferos cercanos, fuente casi única de abastecimiento de la península, que es de agua escasa. No parece muy buena solución.
Tijuana, en el otro extremo de la república, es una de las ciudades con crecimiento más acelerado del país. Cuatro hectáreas por día –si, por día– era la velocidad de crecimiento de la ciudad en el año 2004 que estuve laborando en la Dirección Municipal de Ecología del municipio, en donde la población el rebasa el millón y medio de habitantes. El muy gringo río Colorado cruza sin pasaporte la frontera para apagar la sed de vastos territorios mexicanos, aunque las cantidades disminuyen más cada día por el empeño de nuestros vecinos de hacer producir las extensas zonas agrícolas que colindan con el río, además de mantener la gigantesca actividad económica de las ciudades que se encuentran en su margen. El río Colorado, que desemboca en el Alto Golfo de California, también es el chispazo que inicia la explosión de vida que se produce en el Mar de Cortés, una de las zonas con mayor abundancia y biodiversidad de vida marina del planeta. Este es el hogar de la emblemática vaquita marina y su peor enemiga involuntaria la totoaba, las cuales son atrapadas por las mismas redes y desechadas al mismo tiempo después de haber extraído el buche del pescado que en mala hora se les ocurrió a los orientales atribuirles que mejora la potencia sexual, disminuye el colesterol, mejora la circulación, rejuvenece la piel y otorga longevidad. Es una mezcla mercadológica insuperable.
Cada desarrollo social nuevo en Tijuana cuenta con su propia planta de tratamiento de aguas residuales, la cual después del proceso es vertida en las secas barrancas del municipio. Al menos en esa época muchas de estas instalaciones eran manejadas de manera muy responsable y cumplían con su función. El agua que salía era completamente transparente.
Otro caso es el de una planta situada ya camino a Ensenada. Es una unidad con la tecnología de “lagunas de oxidación”, que consiste en colocar el agua en grandes estanques e inyectarles aire para promover el crecimiento bacteriano, después de lo cual es arrojada directamente al mar. Es tecnología de la Edad de Piedra en materia de tratamiento de aguas residuales, pero es mejor que nada. El olor en esa parte de la franja costera es insoportable. Hay otra descarga más que representa el río Tijuana, el cual arranca en tierras mexicanas y después de pasar por la ciudad y toda clase de fuentes de contaminación cruza la frontera, también sin pasaporte, y entra a una planta de tratamiento que se encuentra del lado de Estqados Unidos,
la cual después de ser tratada es descargada por medio de un emisor submarino a 3.5 millas de distancia de la costa inyectando las aguas a más de 30 metros de profundidad aprovechando la estratificación natural de las aguas costeras. El equivalente –casi– de esconder la basura debajo de la alfombra. Tampoco se ve como buena solución.Ya en nuestra Perla del Pacífico, esa que nos empeñamos en mancillar, es de todos conocido el tema de las descargas de aguas residuales a los arroyos pluviales que llegan a la bahía. Sin oportunidad de que otro sea del destino, debemos enfrentar la certeza de que todo lo que se tire “arriba” llegará “abajo”, a ese lugar conformado por la potente fórmula acapulqueña de clima-mar-arena-palmeras que sigue siendo nuestro mayor activo, ese que nos mantiene compitiendo en la escena turística nacional por encima de cualquier propuesta con aspecto de tamal mal amarrado. La federación tiene una gran responsabilidad en este asunto pues a la Conagua le compete de lleno el regular las condiciones de los cauces de ríos y arroyos, con el apoyo invaluable de Profepa en materia ambiental. El municipio hace lo que puede con su Dirección General de Ecología y Protección al Medio Ambiente, pero la verdad es que si la ciudadanía no participa de manera responsable con sus desechos sólidos y líquidos el asunto no va a cuajar. Y de la playa vivimos todos.
Científicos del Instituto de Tecnología de California (Caltech) han descubierto una nueva especie de gusano que prospera en el ambiente extremo del Lago Mono (California, Estados Unidos).
El lago Mono se encuentra en las Sierras del Estado de California, es tres veces más salado que el océano y tiene un PH alcalino de 10 lo cual dificulta la vida.
Antes de este estudio, solo se sabía que otras dos especies (además de bacterias y algas) vivían en el lago: camarones y moscas alcalinas. En este nuevo estudio, el equipo descubrió ocho especies más, todas pertenecientes a una clase de gusanos microscópicos llamados nemátodos, que prosperan en el lago y sus alrededores. El trabajo se realizó principalmente en el laboratorio de Paul Sternberg, profesor de Biología, que ha tenido un gran interés en los nemátodos, particularmente en el "Caenorhabditis elegans", que usa solo 300 neuronas para exhibir comportamientos complejos, como dormir, aprender, oler y moverse. Esa simplicidad lo convierte en un organismo modelo útil para estudiar cuestiones fundamentales de neurociencia y además prospera fácilmente en el laboratorio bajo temperaturas y presiones normales. Otro dato interesante de los nemátodos es que son los organismos más abundantes en el planeta, y pertenecen al tipo de especies llamadas extremófilas, así llamadas por ser resistentes a condiciones adversas e inadecuadas para la mayoría de las formas de vida; un ejemplo de esto es la resistencia 100 veces superior a la del ser humano a la toxicidad del arsénico.
Aún más sorprendente fue el hecho de que al trasladar a 'Auanema sp.'al laboratorio se descubrió que podía prosperar en el laboratorio en condiciones normales y no extremas. Sólo unos pocos extremófilos conocidos en el mundo pueden estudiarse en un entorno de laboratorio. Esto sugiere que los nemátodos pueden tener una predisposición genética para la resiliencia y la flexibilidad en la adaptación a ambientes severos y benignos por igual.
Pero más allá de la salud humana, el estudio de especies extremas como los nematodos del lago Mono contribuye a una imagen global más grande del planeta, dice Lee. "Es tremendamente importante que apreciemos y desarrollemos una curiosidad por la biodiversidad" y señala que el equipo tuvo que recibir permisos especiales para su trabajo de campo en el lago. "La próxima innovación para la biotecnología podría estar disponible en la naturaleza". Por ejemplo, se descubrió un nuevo protector solar biodegradable a partir de bacterias y algas extremófilas. Realmente es increíble que la diversidad de vida en el planeta nunca deja de sorprendernos y si este descubrimiento se hizo tan recientemente cuantas formas de vida habrán pasado desapercibidas a los ojos de la investigación... Fuente de información: https://www.europapress.es/ciencia/habitat-y-clima/noticia-gusano-otro-mundo-tres-sexos-vive-lago-toxico-20190926172645
Como en muchos países, en México la materia a la que le teme la mayor parte de los estudiantes, desde la primaria hasta la licenciatura, son las matemáticas, las que, según Friedrich Gauss, es la reina de las ciencias. Sin embargo, no sólo los humanos las utilizamos, también muchos animales las usan en su vida diaria.
Uno de ellos es la abeja, que ha sido analizada principalmente por su danza, que es una forma de transmitir al panal información acerca de una fuente de alimentos. A partir de los trabajos del etólogo austriaco Karl R. von Frisch abundaron los estudios sobre esta forma de comunicación.
Son menos conocidos los trabajos sobre la capacidad de esos insectos para sumar y restar; y aunque no son muchos, uno reciente señala su capacidad para sumar y restar una unidad. En un artículo publicado en Science Advanced a principios de marzo de este año, investigadores australianos lo demostraron.
En su estudio “Numerical cognition in honeybees enables addition and subtraction”, los científicos, dirigidos por Adrian G. Dyer, del Departamento de Fisiología de Monash University, en Australia, trabajaron con algunas abejas con el propósito de prepararlas para estas operaciones aritméticas.
“Hay una amplia bibliografía sobre la capacidad de aprendizaje de esos insectos, pero este trabajo es el primero que demuestra que también pueden sumar y restar”, explicó Carlos Cordero, del Instituto de Ecología. “Este estudio es bastante claro porque es el análisis de la capacidad cognitiva de estos insectos; una forma sencilla de referirse a la cognición es pensar, y las indagaciones sobre esta capacidad de las abejas tienen una larga tradición, sobre todo a partir de su danza, que es todo un sistema de comunicación”.
Agregó que estudios previos encontraron que estos insectos pueden contar, pero en este artículo se menciona que también pueden aprender conceptos como izquierda/derecha, arriba/abajo, grande/ pequeño e igual/desigual; ahora se ha descubierto que pueden contar y discriminar números cuando se les entrena usando premios y castigos.
“Estos investigadores las adiestraron para realizar una tarea, y ya que aprendieron a hacerla se les cambió el escenario para ver si sólo la mecanizaron o si pueden innovar a partir de las reglas aprendidas”, dijo el especialista.
Los especialistas no trabajaron con abejas de laboratorio, sino silvestres. En el campo prepararon muchos panales con el fin de tener algunas disponibles para su experimento. Eran de las llamadas de vuelo libre, no estaban encerradas en el laboratorio, pero les pusieron comederos cercanos al lugar del experimento para que algunas los visitaran.
De las que llegaron a los comederos capturaron algunas y las marcaron. Fueron 14 con las que experimentaron. En su artículo, explican cómo las entrenaron para que identificaran colores (azul o amarillo) como representación simbólica de la suma o adición (azul) o de la resta o sustracción (amarillo), y de esta manera elegir el resultado correcto en una operación aritmética.
Fueron adiestradas para entrar en un laberinto en forma de Y. En el ingreso había una placa con algunas figuras geométricas (cuadrados, triángulos o círculos) que servirían como estímulo. Si tenían que sumar se utilizaba una placa de color azul, la cual se colocaba en la entrada del laberinto junto a un orificio para pasar a la cámara de decisión. La placa tenía dos figuras geométricas.
En la cámara de decisión había dos cámaras, cada una con una placa similar a la del ingreso. En una había una figura geométrica, en la otra había tres. Como la operación consistía en sumar una unidad al conjunto de la entrada (dos figuras geométricas) la respuesta correcta era elegir la placa que tenía tres figuras. Si la abeja seleccionaba ésta, como recompensa debajo de la placa encontraría una gota de una solución azucarada. Si elegía la equivocada, entonces la gota era de quinina, de sabor muy desagradable.
En el caso de la resta, en el acceso del laberinto estaba colocada una placa amarilla con tres figuras geométricas, junto a la cual estaba el orificio de entrada. Dentro de la cámara de decisión había una placa con dos figuras geométricas y otra con tres. Si elegían la correcta (la placa con dos figuras) el premio era la gota de agua azucarada, en caso contrario, la gota de quinina.
En esta fase de aprendizaje a las abejas se les hizo repetir este ejercicio cien veces, utilizando los colores y número de figuras geométricas de manera aleatoria; durante esta fase las decisiones correctas fueron de más de 80 por ciento, con lo que se encontró que estos insectos aprendieron de manera simultánea a sumar y a restar a partir del color de la muestra en el ingreso del laberinto.
También se observó que cada abeja aprendió de manera diferente, quizá entre otras razones a las distintas capacidades cognitivas de cada una.
En la fase de prueba se les hizo un examen en el que no había premios o castigos al aplicar los conceptos aprendidos de la suma y la resta. En lugar de la gota de agua azucarada o de quinina, se les puso una gota de agua.
Se les practicaron cuatro tests, dos de sumas y dos de restas. Los resultados demuestran que las abejas pudieron aplicar lo aprendido en sumas y restas en problemas diferentes a los de la fase de aprendizaje.
“Los humanos suponemos que ciertas habilidades son exclusivas de nosotros, como las matemáticas, que para muchas personas son muy difíciles de entender, por lo tanto, se piensa, cómo van a poder resolver problemas matemáticos los animales, así sean muy sencillos”, reflexionó Carlos Cordero.
“Una conclusión sería que no necesitamos un cerebro muy complicado para hacer matemáticas. Se calcula que una abeja tiene un millón de neuronas mientras que el cerebro humano tiene 85 mil millones. Además, pueden hacerse matemáticas incluso sin tener la cultura humana”, aseguró Carlos Cordero.
Otro resultado importante es comprobar que las necesidades que enfrentan los animales pueden explicarnos la evolución de estas capacidades. “Este logro de las abejas resulta ser una lección de humildad; uno más es haber demostrado experimentalmente lo que estos insectos pueden hacer”, finalizó el investigador universitario.
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